La Argentina de los NN
Por: Osvaldo Pepe
En el pais hay casi medio millon de personas indocumentadas, por motivos que van desde la ignorancia del entorno hasta las trabas burocraticas y la falta de presencia del Estado, ya que en casos extremos ni siquiera se los registra con la certificacion del parto. Tecnicamente se trata de NN, una sigla detrass de la cual se incuban tragedias futuras: proyectos personales frustrados, vidas fragmentadas y tambien elevados costos sociales. Esos NN tendran un cepo a futuro en el estudio, en el mercado del trabajo y, finalmente, en los registros de la seguridad social. De modo tardio, el Estado se debera hacer cargo de esas carencias con planes de asistencia ineficaces porque, son necesarios, no erradican el problema originario ni alcanzan a corregir los destinos torcidos en el arranque. Hablamos de personas de carne y hueso, pero sin identidad. "Existen", pero no "son".
Estan estando ausentes. Nutren las estadisticas de la pobreza y la marginacion, pero casi no tienen visibilidad publica. Los miramos sin verlos. En la provincia de Buenos Aires se estima que los indocumentados llegan al 1% de la poblacion. Desde luego, la mayoria esta en los bolsones mas sumergidos del GBA. Esto explica, en parte, que la Argentina tenga 1,2 millon de jovenes de 15 a 24 años que no trabajan ni estudian, segun reflejan las cifras oficiales sobre los 6,5 millones de personas que integran esa franja. La gran mayoria del medio millon de indocumentados transitara por la vida como pueda. Algunos, con resignada mansedumbre, y otros con violencia y revanchismo, cuando ya sera demasiado tarde para lagrimas y reclamos de justicia. La felicidad sera para ellos una tierra prometida a la que siempre llegan los demas
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Historia de un embarazo, un secuestro y una búsqueda desesperada
María Nélida Acosta junto a Marta, su hermana menor.
Escribe: Gabriel Forte
Redacción de La Verdad
En 1963 Argentina volvía a tener un gobierno democrático. Arturo Illía ganaba las elecciones y empezaba un nuevo período para el país (sólo duró 3 años). Faltaba mucho todavía para que el robo sistemático de bebés se volviera una de las peores infamias del criminal golpe cívico-militar del 76. Sin embargo, aquel año, el secuestro y la apropiación de un recién nacido tuvo como escenario a Junín.
Esta es la historia de María Nélida Acosta, que busca a su hija, 48 años después de una infamia familiar.
María Nélida se enamoró. Como cualquier chica de 17 años, lo hizo con pasión de juventud. De ese amor quedó un embarazo. En 1963 y en un pueblo del interior de la Provincia, esa noticia era una deshonra familiar. Era el miedo atroz al “qué dirán”. Ninguna familia, por más humilde y trabajadora que sea, podía soportar esa afrenta. Y los Acosta no eran la excepción.
Junio de 2012. Chacabuco. Casa de Santiago Arrieta, sobrino de María Nélida. Sentados delante de él estaban Norberto, Walter y María Delia, primos e hijos de la mujer. En otra parte de la casa están María Nélida y su hermana Marta, últimas guardianas del secreto familiar. Lo que aquel día les contó Santiago les cambió la vida a todos y para siempre.
1963. Junín. María Nélida, de 17 años, ingresa al Hospital San José junto a un tío. La chica estaba pasando el primer mes de embarazo, y sólo el núcleo familiar lo sabía. El futuro padre tampoco estaba enterado (lo supo recién este año). Ella desconocía que iba a empezar un calvario de 48 años.
2012. Chacabuco. Los hijos de María Nélida empiezan a buscar a su hermana. Una carta, las redes sociales y la prensa juegan un rol fundamental en eso. Intentan cerrar todas las puertas posibles para que la última que quede abierta sea la del reencuentro con esa hermana mayor. Maria Delia y su marido Martín son los pilares, junto a la mujer, de la cruzada. Difícil de llevar adelante, ya que los viejos parientes que podían saber algo, ya no están.
1964. Verano. Junín. El calor era agobiante, tanto como los 8 meses que María Nélida pasó encerrada en el pabellón de embarazadas del Hospital San José. En todo ese tiempo no pudo ver a sus hermanos ni a sus padres. Esporádicamente veía al tío que la había llevado allí. El parto fue normal, y cuando escuchó el llanto de su bebé se sintió aliviada. Iba a volver a su casa, a Chacabuco, con su familia y con su hija en brazos. Pero eso no fue lo que pasó.
El médico que asistió el parto se le acercó con la nena en brazos, tenía los ojos claros y el pelo casi transparente. No pudo amantarla. Ni siquiera tocarla. La enfermera que fue su carcelera durante el encierro hospitalario, se la llevó y nunca más la vio. Sus padres la trasladaron al pueblo, y los vecinos estaban convencidos que había pasado todos esos meses en la casa de una tía en Buenos Aires. Le hicieron prometer a ella y a sus hermanos que de eso no se iba a hablar jamás. Y así que fue que, mediante la obediencia debida, la familia guardó el secreto.
2012. Chacabuco. La búsqueda de la hija de María Nélida sigue. La hija menor de la mujer, a la que crió casi en soledad tras la muerte prematura de su marido (él tampoco se enteró de la historia familiar), mantiene diariamente junto a su marido la llama de la causa. Porque dejó de ser una simple búsqueda, y se convirtió en la cruzada de todo Chacabuco que se solidarizó con la familia.
1964. Chacabuco. El verano fue más caluroso, más sombrío, a pesar del brillante sol. María Nélida calla. Lo mismo hacen sus hermanos. Sus padres callan. Todo en la casa es silencio. Hasta el rechinar de los muebles y de las puertas no se sienten. Es el silencio de un secreto. Afuera, en la calle, la risa del juego infantil rompe la tarde. Esas risas que la familia perdió y que solo recuperará cuando el círculo se cierre.
Presente:
Hoy la hija de María Nélida debe estar rondando los 48 años. Puede que algunos más o algunos menos, ya que el poder y el dinero de los padres adoptivos, pueden haber hecho modificar ese dato. Lo que es seguro es que nació en Junín, en la vieja maternidad del Hospital San José.
“Si la encuentro le contaría mi historia, lo que pasó. Que no me dejaron criarla. Tengo muchas ganas de encontrarla, ojalá eso pase”, dice en el presente María Nélida.
“A mi tía la mochila del secreto le pesaba, sobretodo a mí tía, ella no quiere morir con este secreto. Las tenía muy mal, y un 10 de junio nos contaron”, dice María Delia, la hija menor de la mujer.
A la sorpresa inicial, les siguió el llanto y la promesa de encontrar a la hermana mayor. Los tres hijos entendieron a su madre, entendieron el por qué de tantos años de silencio. El miedo a deshonrar el apellido, en definitiva eso fue lo que se les inculcó desde chicas y más cuando la “mancha”, como llamaron al embarazo, amenazó el buen nombre familiar.
A pesar de todo lo vivido, María Nélida pudo perdonar a sus padres. Cuidó de los dos hasta el día de sus muertes, y lo hizo con todo el amor y cariño del mundo.
Esta es la historia de un amor adolescente, en una época en la que amarse demasiado podía ser un problema. También es la historia de un secuestro y un robo. De un delito tan atroz que duele contarlo. Pero es también la historia de una búsqueda, que recién empieza, y que tiene detrás el peso del amor de una madre por la hija que nunca conoció.
María Nélida Acosta junto a Marta, su hermana menor.
Escribe: Gabriel Forte
Redacción de La Verdad
En 1963 Argentina volvía a tener un gobierno democrático. Arturo Illía ganaba las elecciones y empezaba un nuevo período para el país (sólo duró 3 años). Faltaba mucho todavía para que el robo sistemático de bebés se volviera una de las peores infamias del criminal golpe cívico-militar del 76. Sin embargo, aquel año, el secuestro y la apropiación de un recién nacido tuvo como escenario a Junín.
Esta es la historia de María Nélida Acosta, que busca a su hija, 48 años después de una infamia familiar.
María Nélida se enamoró. Como cualquier chica de 17 años, lo hizo con pasión de juventud. De ese amor quedó un embarazo. En 1963 y en un pueblo del interior de la Provincia, esa noticia era una deshonra familiar. Era el miedo atroz al “qué dirán”. Ninguna familia, por más humilde y trabajadora que sea, podía soportar esa afrenta. Y los Acosta no eran la excepción.
Junio de 2012. Chacabuco. Casa de Santiago Arrieta, sobrino de María Nélida. Sentados delante de él estaban Norberto, Walter y María Delia, primos e hijos de la mujer. En otra parte de la casa están María Nélida y su hermana Marta, últimas guardianas del secreto familiar. Lo que aquel día les contó Santiago les cambió la vida a todos y para siempre.
1963. Junín. María Nélida, de 17 años, ingresa al Hospital San José junto a un tío. La chica estaba pasando el primer mes de embarazo, y sólo el núcleo familiar lo sabía. El futuro padre tampoco estaba enterado (lo supo recién este año). Ella desconocía que iba a empezar un calvario de 48 años.
2012. Chacabuco. Los hijos de María Nélida empiezan a buscar a su hermana. Una carta, las redes sociales y la prensa juegan un rol fundamental en eso. Intentan cerrar todas las puertas posibles para que la última que quede abierta sea la del reencuentro con esa hermana mayor. Maria Delia y su marido Martín son los pilares, junto a la mujer, de la cruzada. Difícil de llevar adelante, ya que los viejos parientes que podían saber algo, ya no están.
1964. Verano. Junín. El calor era agobiante, tanto como los 8 meses que María Nélida pasó encerrada en el pabellón de embarazadas del Hospital San José. En todo ese tiempo no pudo ver a sus hermanos ni a sus padres. Esporádicamente veía al tío que la había llevado allí. El parto fue normal, y cuando escuchó el llanto de su bebé se sintió aliviada. Iba a volver a su casa, a Chacabuco, con su familia y con su hija en brazos. Pero eso no fue lo que pasó.
El médico que asistió el parto se le acercó con la nena en brazos, tenía los ojos claros y el pelo casi transparente. No pudo amantarla. Ni siquiera tocarla. La enfermera que fue su carcelera durante el encierro hospitalario, se la llevó y nunca más la vio. Sus padres la trasladaron al pueblo, y los vecinos estaban convencidos que había pasado todos esos meses en la casa de una tía en Buenos Aires. Le hicieron prometer a ella y a sus hermanos que de eso no se iba a hablar jamás. Y así que fue que, mediante la obediencia debida, la familia guardó el secreto.
2012. Chacabuco. La búsqueda de la hija de María Nélida sigue. La hija menor de la mujer, a la que crió casi en soledad tras la muerte prematura de su marido (él tampoco se enteró de la historia familiar), mantiene diariamente junto a su marido la llama de la causa. Porque dejó de ser una simple búsqueda, y se convirtió en la cruzada de todo Chacabuco que se solidarizó con la familia.
1964. Chacabuco. El verano fue más caluroso, más sombrío, a pesar del brillante sol. María Nélida calla. Lo mismo hacen sus hermanos. Sus padres callan. Todo en la casa es silencio. Hasta el rechinar de los muebles y de las puertas no se sienten. Es el silencio de un secreto. Afuera, en la calle, la risa del juego infantil rompe la tarde. Esas risas que la familia perdió y que solo recuperará cuando el círculo se cierre.
Presente:
Hoy la hija de María Nélida debe estar rondando los 48 años. Puede que algunos más o algunos menos, ya que el poder y el dinero de los padres adoptivos, pueden haber hecho modificar ese dato. Lo que es seguro es que nació en Junín, en la vieja maternidad del Hospital San José.
“Si la encuentro le contaría mi historia, lo que pasó. Que no me dejaron criarla. Tengo muchas ganas de encontrarla, ojalá eso pase”, dice en el presente María Nélida.
“A mi tía la mochila del secreto le pesaba, sobretodo a mí tía, ella no quiere morir con este secreto. Las tenía muy mal, y un 10 de junio nos contaron”, dice María Delia, la hija menor de la mujer.
A la sorpresa inicial, les siguió el llanto y la promesa de encontrar a la hermana mayor. Los tres hijos entendieron a su madre, entendieron el por qué de tantos años de silencio. El miedo a deshonrar el apellido, en definitiva eso fue lo que se les inculcó desde chicas y más cuando la “mancha”, como llamaron al embarazo, amenazó el buen nombre familiar.
A pesar de todo lo vivido, María Nélida pudo perdonar a sus padres. Cuidó de los dos hasta el día de sus muertes, y lo hizo con todo el amor y cariño del mundo.
Esta es la historia de un amor adolescente, en una época en la que amarse demasiado podía ser un problema. También es la historia de un secuestro y un robo. De un delito tan atroz que duele contarlo. Pero es también la historia de una búsqueda, que recién empieza, y que tiene detrás el peso del amor de una madre por la hija que nunca conoció.
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